Ya no hay sitio,
no hay ya libro
que aguante el peso.
Urge a veces,
cuando prende
orfandad de luz.
Esa horquilla
de un minuto
que no alumbra,
ni deslumbra
mi regazo.
A quién mendigo
ahora yo
contradicciones.
Cuanto miedo
seremos capaces
de soportar.
Si fue posible
crecer
después de todo
Y no hay tiempo
no hay ya rezo
que sostenga
nuestras manos.
A quién me debo
si mi voz
solo desgana,
si el amor aprende
a destruirse
más veloz.
Una niña
y cien milagros
huyendo a prisa
calla y mira
hacia otro lado,
para y sigue
sin saber
retroceder.
Si no hay puente
no hay ya puerto
que nos guarde.
Si no hay prueba
que nos juzgue
la razón.
Ser por ser
quiero ser rayo,
calima,
el viento,
un precipicio,
y esta lanza
en tu costado.