Solía aferrarme a ti
cuando de noche,
apenas un rato,
asomaba el miedo.
Temor difuso,
sin nombre,
sin trampas.
Ensayo discreto
de vidas por estrenar.
Pero ahora el
miedo
aprieta por
dentro.
Camina a nuestro
lado,
nos devora.
Este miedo
culpable,
irrenunciable
de serpiente.
Que no llega a
ser
pero arrasa,
que no atiende a
razones
pero cala.
Este miedo
generacional
de mundo que
explota
ante tus ojos
violento y frágil.
Sin sentido,
resumido
en mil tratados
literarios
de lo absurdo.
Es este miedo,
el mismo que hoy
se aferra a
nosotros
inexorable,
inconsolable,
de madrugada.