Fuiste tú
aquel hilo primigenio,
la voz más clara.
Cuerda, anclaje
de futuros
que se escurrían entre los dedos.
Fuimos uno y los errores.
Fueron otros,
los que al cabo,
vinieron a amarnos.
Sin encontrar el modo
de desarmar el nudo,
ese nexo oculto
resguardado
en habitaciones cerradas.
Quise,
pero anduve siempre de puntillas.
Amé y retuve
mucho menos de lo que buscaba:
la historia más dulce
jamás narrada,
ese lazo inquebrantable
de vida que aguarda
ser contada
desde el final.
Y ahora
que nuestro principio es valle,
vino, cubierta,
ofrenda, puerta
de un cementerio en llamas,
soy yo
almizcle a tientas,
eres tú
palabra franca.
Somos hoy
aquel cordel en la memoria,
un beso libre
y cierto
en la mañana.
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